¿Quiénes son los dos testigos del Apocalipsis?

 



El Apocalipsis es un apocalipsis. No sólo en el sentido de registrar una revelación, sino también en cuanto a su composición en lo que podría describirse mejor como un sistema o matriz de lenguaje profundamente arraigado en el Antiguo Testamento. Por ello, para identificar correctamente a los dos testigos de Apocalipsis 11, es crucial tener la música de fondo del Antiguo Testamento corriendo por nuestras mentes. No debemos intentar establecer paralelismos exactos entre las imágenes apocalípticas y sus referentes en el Antiguo Testamento, ni intentar presionar el sistema lingüístico del Apocalipsis en un laberinto literalista, de manera que los dos testigos conviertan literalmente sus bocas en sopletes.


En primer lugar, los dos testigos son una referencia metafórica a Moisés y Elías. La jurisprudencia del Antiguo Testamento exigía al menos dos testigos para condenar un delito (Deuteronomio 19:15), y en este caso los dos testigos acusan a Israel de apostasía. La imagen también remite a un conocido pasaje del Antiguo Testamento en el que Zacarías ve dos

olivos a la derecha y a la izquierda de un candelabro, que simbolizan "los dos ungidos para servir al Señor de toda la tierra" (Zacarías 4:14). Los dos testigos de Zacarías fueron identificados como Zorobabel, el gobernador de Judá que regresó a Jerusalén para poner los cimientos de un segundo templo, y Josué, el sumo sacerdote encargado de presidir su altar. En el Apocalipsis esta imagen se invierte en dos testigos que presiden el juicio y la destrucción de Jerusalén y el segundo templo. Como Moisés, los testigos tienen el poder de convertir el agua en sangre. Y, como Elías, tienen poder para hacer descender fuego del cielo para consumir a sus enemigos y cerrar el cielo para que no llueva durante tres años y medio (1 Reyes 17; Lucas 4:25).



Además, la misión de los dos testigos puede identificarse correctamente con la persona y la obra de Jesucristo. Como Jesús, son corderos sacrificados. De hecho, sus cadáveres ensucian sin miramientos las calles de Jerusalén, la misma ciudad en la que su Señor fue crucificado. La ciudad se llama, en sentido figurado, Sodoma, ya que personifica la maldad humana y la ira celestial, y Egipto, ya que es el emblema de la esclavitud de la que sólo Jesucristo puede emancipar. Su resurrección después de tres días y medio es paralela a la resurrección de Cristo, del mismo modo que su ministerio de tres años y medio refleja el del Mesías.


Por último, la descripción de estos testigos como "vestidos de cilicio" (Apocalipsis 11:3) los identifica con la tradición de los profetas hebreos, desde Elías hasta Juan el Bautista, que llevaban cilicio en señal de duelo por la apostasía de Israel (por ejemplo, 2 Reyes 1:8; Isaías 20:2; Mateo 3:4). Como tales, los dos testigos forman una imagen compuesta de la Ley y los Profetas que culmina en la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de un Profeta y Sacerdote que es la garantía de todos los que son sus testigos y que reinarán con él en una Nueva Jerusalén en la que mora la justicia. A la luz de la imaginería bíblica, los dos testigos no se revelan como dos personas literales, como una futura reencarnación de Moisés y Elías, sino más bien como personajes literarios en la narrativa apocalíptica de Juan que representan toda la línea de profetas hebreos al testificar contra Israel y advertir del pronto juicio de Dios sobre Jerusalén.


Para un estudio más profundo, véase Hank Hanegraaff, The Apocalypse Code (Nashville: W Publishing Group, 2007); véase también David Chilton, The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation (Ft. Worth,Tex.: Dominion Press, 1987): 276-8.



"Y daré poder a mis dos testigos

y profetizarán durante 1.260 días, vestidos

vestidos con arpillera. Estos son los dos olivos y los

dos candelabros que están ante el Señor de la

la tierra. Si alguien intenta dañarlos, sale fuego de sus bocas

de sus bocas y devora a sus enemigos".

Apocalipsis 11:3-5

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