Desde la antigüedad, María ha sido llamada "Theotokos", o "Portadora de Dios" (Madre de Dios). La palabra en griego es "Theotokos". El término se utilizó como parte de la piedad popular de la iglesia de principios del primer milenio. Se utiliza en toda la liturgia de la Iglesia oriental, tanto ortodoxa como católica. Se encuentra en el corazón de la profunda piedad y devoción mariana del rito latino. Este título fue una respuesta a las primeras amenazas a la "ortodoxia", la preservación de la auténtica enseñanza cristiana. Un pronunciamiento de un primitivo Concilio de la Iglesia, el Concilio de Éfeso en el año 431 d.C., insistía en que "si alguien no confiesa que Dios es verdaderamente el Emmanuel, y que por ello la santa virgen es la "Theotokos" (pues según la carne dio a luz al Verbo de Dios hecho carne por el nacimiento) que sea anatema". (Concilio de Éfeso, 431 d.C.)
La insistencia del Concilio en el uso del título reflejaba un esfuerzo por preservar la enseñanza de la Iglesia de que Jesús era tanto divino como humano, que las dos naturalezas estaban unidas en su única persona. Esta enseñanza no sólo fue atacada entonces, sino que también lo es ahora, y el hecho de no "entenderla bien" tiene implicaciones extraordinarias. La razón por la que el Concilio de la Iglesia primitiva pronunció esta doctrina fue "cristológica", lo que significa que tenía que ver con Jesucristo. Una de las amenazas provenía de una interpretación de las enseñanzas de un obispo de Constantinopla llamado Nestorio. Algunos de sus seguidores insistían en llamar a María sólo "Madre del 'Cristo'". El Concilio insistió en el uso del título (en griego) "Theotokos", ("Madre de Dios" o "portadora de Dios") para reafirmar la verdad central de lo ocurrido en la Encarnación de Jesucristo.
El rechazo de la verdad revelada en este hermoso título de María ha conducido a una disminución de la comprensión y del papel de María, impidiendo a algunos cristianos captar una verdad más profunda sobre el significado de la vida de María: su Fiat, su "Sí" a la voluntad de Dios. Es una privación, que conduce a una comprensión reducida de la llamada a cada cristiano a vivir nuestras vidas para Dios como lo hizo María. Ha socavado nuestra misión de llevar al mundo al nuevo mundo, recreado en su Hijo, la Iglesia que es su Cuerpo en la tierra y una semilla del Reino que ha de venir. La Iglesia, de la que somos miembros por el bautismo, continúa su misión redentora hasta que él vuelva.
Cuando no recibimos el don de María como Madre, también podemos perder la llamada de todo cristiano a llevar a Jesús para el mundo como ella lo hizo. Es hora de reexaminar las implicaciones más profundas del tesoro que se encuentra en el ejemplo de vida y el mensaje de la pequeña Virgen de Nazaret. Este maravilloso título, María, la Madre de Dios, "Theotokos", revela una profunda verdad no sólo sobre María, sino sobre cada uno de nosotros. Ahora estamos invitados a la misma relación que ella tuvo con su Hijo. Podemos convertirnos en "portadores de Dios" y llevarle a todos los que encontremos en nuestros pocos días bajo el sol.